jueves, 4 de junio de 2015

Corpus

EL EVANGELIO ES BUENA NOTICIA PARA LA HUMANIDAD
Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo
Marcos 14, 12-16. 22-26
El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
Él envió a dos discípulos, diciéndoles: Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua:
seguidlo, y en la casa en que entre decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿dónde está la habitación en que
voy a comer la Pascua con mis discípulos?».
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de
Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomad,
esto es mi cuerpo.
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo: Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber
del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos.
LA CENA DEL SEÑOR
José Antonio Pagola
Los estudios sociológicos lo destacan con datos contundentes: los cristianos de nuestras iglesias occidentales
están abandonando la misa dominical. La celebración, tal como ha quedado configurada a lo largo de los
siglos, ya no es capaz de nutrir su fe ni de vincularlos a la comunidad de Jesús.
Lo sorprendente es que estamos dejando que la misa «se pierda» sin que este hecho apenas provoque
reacción alguna entre nosotros. ¿No es la Eucaristía el centro de la vida cristiana? ¿Cómo podemos
permanecer pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa alguna? ¿Por qué la jerarquía permanece tan callada e
inmóvil? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación con más fuerza y dolor?
La desafección por la misa está creciendo incluso entre quienes participan en ella de manera responsable e
incondicional. Es la fidelidad ejemplar de estas minorías la que está sosteniendo a las comunidades, pero
podrá la misa seguir viva sólo a base de medidas protectoras que aseguren el cumplimiento del rito actual?
Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de
la cena del Señor, que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo
que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?
¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los
creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se
manifiesta cómo y para qué vivió y murió Jesús? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos
suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?
Hoy todo parece oponerse a la reforma de la liturgia. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia
quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la
Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo
más responsable no es ausentarse de la Eucaristía sino contribuir para volver a Jesucristo.
Ninguna explicación teológica, ninguna ordenación litúrgica, ninguna devoción interesada nos ha de alejar
de la intención original de Jesús. Celebrar la Eucaristía es alimentar nuestra adhesión a Jesús, vivir en
contacto con él, seguir unidos.
PARROQUIA DE SAN VICENTE MÁRTIR. BARAKALDO Tfn 94 4373935

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