REFLEXIÓN DOMINGO XII (B) 20-6-2021
¿Por qué somos cobardes?
Hecho de vida. Quizás uno de los peores insultos que podemos recibir es que alguien nos diga: “Tú eres un cobarde”. En nuestra sociedad la mayoría de las personas, por lo menos de boquita, ensalzamos el valor, la audacia, el atrevimiento y no nos gusta manifestarnos como cobardes y miedosos. Sin embargo el miedo, a pesar de lo que acabo de señalar tiene, en nuestros días, cada vez más seguidores. Tenemos miedo a las pandemias, a los que vienen de otros países, a los ladrones, a ser mayores, etc.
El miedo, normalmente, tiene efectos negativos: ahoga nuestra creatividad y energía interior, detiene nuestro crecimiento, nos impide asumir compromisos, abrirnos a otras culturas, afrontar nuevos retos, etc.
I.- El evangelio, que vamos a proclamar este domingo, nos va a presentar a los discípulos de Jesús en medio de “un fuerte huracán en que las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Jesús va dormido y los discípulos le despiertan diciéndole: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? La respuesta de Jesús fue: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
Este acontecimiento, según muchos autores, viene a ser un paradigma de lo que les espera a los discípulos de Jesús. Por haberse embarcado en la aventura de seguirle pasaran por peligros, persecuciones e, incluso, momentos en que sentirán que Jesús “está dormido” y se ha olvidado de ellos, pero, a pesar de todo, no deberán perder la confianza (fe) en Él.
II.- En nuestros días, seguir a Jesús supone “navegar” en medio de muchos huracanes: comodidad, diversión, capitalismo, lucro, violencia, placer, ruido…, practicando otros valores como pueden ser: solidaridad, el perdón, el compartir, austeridad…, incluso, tendremos momentos en que sentiremos su ausencia de Jesús. Sin embargo, a pesar de todo no deberemos tener miedo ni perder la confianza en Él.
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Del texto evangélico que vemos a proclamar podemos sacar, por lo menos, dos enseñanzas:
Vencer el miedo. Una de las preocupaciones de Jesús fue liberar a las gentes del miedo. Los evangelios repiten una y otra vez invitaciones como estas: “No tengáis miedo a los hombres”, “no tengáis miedo a los que matan el cuerpo”, “no se turbe vuestro corazón”, “no seáis cobardes”…
Afrontar la vida con paz porque siempre podemos contar con la presencia de Jesús. La fe cristiana no es una receta psicológica para combatir los miedos. Pero la confianza de que siempre podemos contar con el amor incondicional que Dios Padre puede ofreceros siempre será una base para afrontar en paz el seguimiento a Jesús, y la alegría de sabernos amados por un Dios que “nuestro Padre- es decir, Padre de todos”- brotará el impulso para compartir la suerte de los pobres y practicar un amor al prójimo que alcance a los enemigos.
III.- Al principio de la reflexión he hecho mención a una contradicción que se da en la cultura actual en la que, por una parte, ensalza el valor y, por otra, estamos cargados de miedos. Ante esta contradicción, qué actitud solemos tomar. La más común suele ser disfrazar los miedos. En nuestro seguimiento Jesús también corremos el peligro de disfrazar nuestros miedos. ¿Cómo lo hacemos? Entre las formas más usadas están: el refugiarse en las prácticas piadosas y el justificándonos con los defectos que vemos en los demás.
Para orar y meditar
Padre, fuente de vida, y fin último de toda criatura manifiéstanos tu rostro de bondad y libéranos de nuestro miedos.
Concédenos una fe sólida incluso en los momentos de tempestad, a fin de que seamos capaces de reconocer que estás junto a nosotros.
Envíanos tu Espíritu de fortaleza para que sepamos superar los miedos que nos bloquean en el seguimiento a Jesús, y nos ayude a construir con confianza y paciencia ese mundo nuevo que tú nos dejaste entrever en la resurrección de Jesús.
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A pesar de que no es fácil encontrar razones para mantener la esperanza, creo que el amor de Dios, nuestro Padre, está presente en la historia y en mi vida.
Creo que Cristo salvador, nunca es indiferente a nuestros dolores.
Creo en el Espíritu da vida y es la fuerza que Dios nos regala.
Creo que vendrá el Reino que nos ha sido prometido. Creo que llegará el día en que el amor tenga sitio en el mundo y la felicidad no sea extraña para muchos.
Roman Bilbao Arrospide
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