San
Lucas 9,11b-17
EN MEDIO DE LA CRISIS.
José Antonio PAGOLA.
La
crisis económica va a ser larga y dura. No nos hemos de engañar. No
podremos mirar a otro lado. En nuestro entorno más o menos cercano
nos iremos encontrando con familias obligadas a vivir de la caridad,
personas amenazadas de desahucio, vecinos golpeados por el paro,
enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o
medicación.
Nadie
sabe muy bien cómo irá reaccionando la sociedad. Sin duda, irá
creciendo la impotencia, la rabia y la desmoralización de muchos. Es
previsible que aumenten los conflictos y la delincuencia. Es fácil
que crezca el egoísmo y la obsesión por la propia seguridad.
Pero
también es posible que vaya creciendo la solidaridad. La crisis nos
puede hacer más humanos. Nos puede enseñar a compartir más lo que
tenemos y no necesitamos. Se pueden estrechar los lazos y la mutua
ayuda dentro de las familias. Puede crecer nuestra sensibilidad hacia
los más necesitados. Seremos más pobres, pero podemos ser más
humanos.
En
medio de la crisis, también nuestras comunidades cristianas pueden
crecer en amor fraterno. Es el momento de descubrir que no es posible
seguir a Jesús y colaborar en el proyecto humanizador del Padre sin
trabajar por una sociedad más justa y menos corrupta, más solidaria
y menos egoísta, más responsable y menos frívola y consumista.
Es
también el momento de recuperar la fuerza humanizadora que se
encierra en la Eucaristía cuando es vivida como una experiencia de
amor confesado y compartido. El encuentro de los cristianos, reunidos
cada domingo en torno a Jesús, ha de convertirse en un lugar de
concienciación y de impulso de solidaridad práctica.
La
crisis puede sacudir nuestra rutina y mediocridad. No podemos
comulgar con Cristo en la intimidad de nuestro corazón sin comulgar
con los hermanos que sufren. No podemos compartir el pan eucarístico
ignorando el hambre de millones de seres humanos privados de pan y de
justicia. Es una burla darnos la paz unos a otros olvidando a los que
van quedando excluidos socialmente.
La
celebración de la Eucaristía nos ha de ayudar a abrir los ojos para
descubrir a quiénes hemos de defender, apoyar y ayudar en estos
momentos. Nos ha de despertar de la “ilusión de inocencia” que
nos permite vivir tranquilos, para movernos y luchar solo cuando
vemos en peligro nuestros intereses. Vivida cada domingo con fe, nos
puede hacer más humanos y mejores seguidores de Jesús. Nos puede
ayudar a vivir la crisis con lucidez cristiana, sin perder la
dignidad ni la esperanza.
Despierta
en las conciencias la solidaridad hacia los que sufren. Pásalo.
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