Hecho de vida. Hace unos años, cuando estábamos intentando poner en marcha en nuestra diócesis de Bilbao el “Proyecto Hombre” a fin de curar y rehabilitar a los que habían entrado en el oscuro mundo de droga, una persona que vino a orientarnos dijo esta frase: “los drogadictos son los leprosos de nuestros días”. Yo me atrevo a decir que en nuestros días, hay <<muchos leprosos>>, es decir, muchos colectivos a los que consideramos indeseables y les descartamos de nuestra convivencia como en tiempos de Jesús se hacía con los leprosos.
I.- En la sociedad judía el leproso no solo era un enfermo. Era antes que nada, un impuro que no podía entrar en el templo y tenía que vivir aislado. La primera lectura de este domingo (Levítico), nos mostrará lo que suponía ser leproso en aquella sociedad: <<El que haya sido declarado enfermo de lepra llevará las vestiduras rasgadas y despeinado, con la barba tapada y gritando: “¡Impuro! ¡Impuro!. Mientras le dure la lepra será impuro: vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento>>.
En el evangelio de este domingo vamos a ver que un leproso se acerca a Jesús, se atreve a hablarle y, desde el suelo, le dice: <<Si quieres puedes limpiarme>>. Jesús, quebrantando la ley <<le extiende la mano y le toca diciendo: Quiero: queda limpio>>. Con este gesto, Jesús quiso enseñarnos que su Padre no es un Dios que margina y que en adelante a nadie se ha de excluir en su nombre. Jesús no acepta una sociedad que excluya a los indeseables
Nuestro Papa Francisco, en su encíclica “Fratelli titti”, hablando de los descartes que se dan en el mundo actual dice: <<El descarte (en nuestros días) asume formas miserables que creíamos superadas, como el racismo, que se esconde y reaparece una y otra vez. Las expresiones de racismo vuelven a avergonzarnos demostrando así que los supuestos avances de la sociedad no son tan reales ni están asegurados para siempre>> (nº 20), <<Observando con atención nuestras sociedades contemporáneas, encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a preguntarnos si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años, es reconocida, respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias>> (nº 22)
II.- La actitud de Jesús hacia los marginados de su tiempo y las palabras del Papa Francisco deben resultarnos interpeladoras para todos nosotros para que no vivamos a la defensiva, reconozcamos nuestras omisiones y echemos una mano a los “leprosos” de nuestros días como pueden ser: los delincuentes, emigrantes, drogadictos, mendigos, presos, enfermos de COVID, etc.
La experiencia nos enseña que una falsa exaltación de la culpa, en muchas ocasiones, ha pervertido la vida religiosa de no pocos creyentes y no pocos han abandonado la Iglesia y la fe. Sin embargo, prestigiosos psiquiatras no cristianos como Jung y Carlos del Pino nos han advertido que es un error eliminar de de nosotros el sentimiento de culpa. Si no tomamos conciencia de nuestras omisiones y si no introducimos en nuestra vida una autocritica sana y fecunda nunca se dará en nosotros y en nuestro mundo una transformación (Reino de Dios)
Creer en un Dios que controla todo con ojos de juez vigilante nos llevará vivir con angustia e impotencia. Por el contrario creer en el Dios que se ha manifestado en Jesús con todos engendrará un sentimiento de culpa sano y sanador que nos impulsará a vivir abiertos y solidarios de los <<leprosos de nuestro tiempo>>.
III.- Suele ser bastante normal que cuando se habla de estas cosas muchos nos preguntemos: ¿Qué podemos hacer ante los grandes problemas que nos rodean? Sin ánimo de ser exhaustivo, os ofrezco la lista de algunas organizaciones cercanas en los que podemos echar una mano a los parados, emigrantes, marginados, descartados,… “leprosos” de nuestra sociedad
Cáritas con sus diversos departamentos.
Pastoral Penitenciaria destinada a los presos.
Proyecto Hombre destinado a los afectados por la droga.
Alcohólicos anónimos.
Círculos del silencio.
Grupos del Tercer Mundo.
Pastoral de la salud.
La JOC y la HOAC...
Oración.
Señor y Padre de la humanidad
que creaste a todos los seres humanos
con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones
un espíritu de hermanos.
Inspíranos un sueño de reencuentro,
de diálogo, de justicia y de paz.
Impúlsanos a crear sociedades más sanas
y un mundo más digno,
sin hambre, sin pobreza,
sin violencia, sin guerras.
Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,
para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar los lazos de la unidad,
de proyectos comunes,
de esperanzas compartidas. Amén
(Esta oración al Creador está al final de la
Encíclica Fratelli tutti. Papa Francisco)
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