jueves, 10 de junio de 2021

CORPUS CHRISTI , Don Román

 CORPUS  CHRISTI

Haced esto en memoria mía

Hecho. Hace unos años en una parroquia, con la cual estuve bastante vinculado, el Consejo Pastoral realizó una encuesta sobre las celebraciones eucarísticas dominicales. Una de las preguntas fue la siguiente: ¿Por qué vienes a misa los domingos? Las respuestas más comunes fueron las siguientes: “porque es una obligación”, “porque  no quiero cometer un pecado”, “porque me ayuda a encontrarme con Dios”, “porque siempre aprendes algo de lo que dicen los curas en la homilía”, “porque me deja bien”…

I.-  Aquellas respuestas me llamaron la atención por dos cosas: la primera, no había ninguna alusión a la dimensión eclesial y social de la Eucaristía; la segunda, pensar que detrás de aquellas lagunas podían estar nuestras catequesis y homilías que no han sido capaces de transmitir adecuadamente esas dimensiones. Por eso, con motivo del Corpus, me he animado a ofreceros unas sencillas reflexiones sobre ambas dimensiones. 

A).  La celebración de la Eucaristía tiene una dimensión eclesial. El concilio Vaticano II nos dejó dos enseñanzas muy importantes: 

«Las acciones litúrgicas (la Eucaristía lo es) no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia» (S.C. 26. Concilio Vaticano II). ¿Qué quiere decir esta frase? Igual un ejemplo nos aclara mejor. A una iglesia puedo acudir a rezar el rosario, a hacer visita al Santísimo o a participar en una celebración eucarística. El rosario o la visita al Santísimo no son acciones litúrgicas, son acciones privadas. Sin embargo la celebración eucarística es una acción litúrgica y como tal tiene un componente eclesial y comunitario que no tienen las devociones privadas. Cuando participo en una celebración eucarística no sólo me encuentro con Dios, también  me encuentro con una comunidad eclesial.


«No se construye ninguna comunidad cristiana si ésta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía» (P.O. 6 Concilio Vaticano II). De ahí que podamos afirmar que la Eucaristía es algo que pertenece a la identidad cristiana. El rosario, las visitas al Santísimo no. Se puede ser cristiano y no rezar el rosario, se puede ser cristiano y no hacer la novena de San Antonio. Pero no se puede ser cristiano al margen de la participación eucarística. Si nosotros hacemos una lectura atenta del Nuevo Testamento podremos comprobar que allí donde nacía una comunidad sus miembros se reunían para celebrar la Cena del Señor. La participación en la Eucaristía no es algo opcional para un seguidor/a de Jesús, lo mismo que no es opcional el mandamiento nuevo o el compartir. Por eso no nos debe de extrañar que el Concilio Vaticano II dijera: “No se construye una comunidad cristiana si ésta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía”

B). La celebración de la Eucaristía tiene una dimensión social “política”. La Eucaristía no es un recuerdo, es memorial «Haced esto en memoria mía». En la celebración de la Eucaristía actualizamos la entrega de Jesús y  los que participamos en ella nos comprometemos a ser como Cristo que entregó su vida por nosotros. De ahí que la participación en la Eucaristía demande de nosotros disponibilidad para compartir, sensibilidad ante las situaciones de pobreza y grupos excluidos. La comunidad que parte y comparte el pan eucarístico está llamada a promover un mundo más justo. Los caminos podrán ser diferentes (asistenciales, de promoción, desde plataformas sindicales o políticas…) pero la apuesta por la justicia y la fraternidad no serán nunca opcionales para un cristiano/a que celebra la Cena del Señor.  

San Pablo, en una carta que envió a los cristianos de Corinto, muestra su preocupación por el modo que tenían de celebrar la Cena del Señor. Por aquellos años, en que no había templos, la misa se hacía en las casas particulares, al terminar la cena normal. Cada uno llevaba sus alimentos y cenaba. Ahora bien entre los que formaban la comunidad de Corinto había grandes diferencias económicas y esto se notaba a la hora de cenar. Así unos se daban un banquete y otros apenas cenaban. De tal manera que unos iban “bien servidos” y otros con hambre. Él les dirá que así no se puede celebrar la Cena del Señor. 

Nosotros venimos a la parroquia, nos sentamos alrededor del mismo altar, comemos el mismo pan... Ahora bien, unos podemos venir con la cartera más llena y otros más vacía; unos con trabajo seguro otros en el paro; unos con salud otros enfermos; unos tristes otros alegres... Venimos así pero no deberíamos salir como hemos entrado. ¿Por qué?  Porque al participar en la celebración eucarística nos hemos comprometido a entregarnos a los demás siguiendo el ejemplo de Jesús. 

Algo de esto pretende la jornada de Cáritas que hoy celebramos.  El lema de este año dice así: POR EL COMPROMISO VOLUNTARIO, A través de este lema Cáritas pretende hacernos conscientes  que somos personas cuando vivimos de forma comprometida, promoviendo una sociedad que ponga a las personas que más están sufriendo en el centro de nuestras preocupaciones. 

Para orar y meditar

Señor, si yo tuviera entrañas de misericordia... aprovecharía mi experiencia para ayudar a los equivocados; mi ternura, para acoger a parados e emigrantes;  mi salud, para acompañar a enfermos y ancianos; mi ciencia, para buscar caminos de justicia social; mi paz interior, para buscar la paz en nuestro pueblo; mi esperanza, para animar a los desengañados; mi oración, para hacerme más hijo y hermano; mi vida, para darla a quien la necesita. ¡Señor, dame entrañas de misericordia!

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Mis manos y tus manos hacemos este gesto compartimos la mesa y el destino como hermanos/as. Las vidas en tu muerte y en tu vida. Unidos en el pan los muchos granos, iremos aprendiendo a ser la única Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos. Comiéndote sabremos ser comida. El vino de sus venas nos provoca. El pan que ellos no tienen nos convoca a ser contigo el pan de cada día. Llamados por la luz de tu memoria, marchamos hacia el Reino haciendo historia fraterna y subversiva Eucaristía. (Pedro Casaldáliga)

Roman Bilbao Arrospide


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