DOMINGO IV DE ADVIENTO (B) 20-12-2020
¿De qué nos vale buscar a Dios en lugares santos
si le hemos perdido en nuestro corazón?
Hecho de vida- Hace unos años sucedió en Alemania el siguiente acontecimiento: Estaba un grupo de fieles esperando el comienzo de la -“Misa de Gallo”- y de repente un grupo de jóvenes enarbolando unas pancartas y dando fuertes gritos entraron en el templo, comenzaron a insultar a los presentes porque no estaban en el pueblo estaban ausentes a la hora de responder a los problemas que afectaban a muchos vecinos. Hubo un momento en que los pacíficos feligreses perdieron los nervios y acometieron contra los jóvenes utilizando sillas, bastones…, hasta que lograron expulsarles del templo. Al final no se pudo celebrar la misa.
I.- Os he contado este acontecimiento porque, en mi opinión, dejando aparte todo juicio sobre el comportamiento de los dos colectivos que se enfrentaron en el templo, refleja dos actitudes que podemos tener los cristianos ante la fiesta de Navidad.
⦁ Para unos celebrar la Navidad supone <<ponerse a bien con Dios>>
⦁ Para otros celebrar la Navidad supone «ponerse a bien con los demás»
II.- Hoy, en este último domingo de Adviento, me gustaría recordaros que sólo hay una única manera de celebrar la Navidad que pasa por abrir el corazón a Dios y al prójimo.
⦁ Celebrar la Navidad es tener conciencia de que Dios un día se hizo hombre, se metió en nuestra historia para salvarnos, para hacernos hijos de Dios. Todo esto debe ser para nosotros motivo de alegría y agradecimiento.
⦁ Celebrar la Navidad, también, debe suponer tomar en serio que si Dios se hizo hombre y se embarcó en nuestra historia fue para que vivamos como hermanos, nos afanemos en erradicar las desigualdades, echemos una mano a los que sufren -parados, refugiados, presos, enfermos de la pandemia- y aportemos una generosa cantidad a Cáritas u otras organizaciones solidarias etc.
III.- La primera lectura de este domingo traerá a nuestra consideración aquel momento en que David, libre de sus preocupaciones militares, vive en un hermoso palacio de cedro. Sin embargo David no está tranquilo, tiene escrúpulos y graves remordimientos de conciencia porque vive en un lujoso palacio y el Arca de la Alianza -símbolo de la cercanía de Dios a su pueblo- se encuentra en una sencilla tienda de campaña. Por eso le dice al profeta Natán: «Yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el Arca del Señor vive en una tienda”. Dios, a través del profeta Natán, le dirá que no se preocupe por esto. Yo no necesito templos, mi presencia no se puede encerrar en lugares. Yo estoy en la vida. «Ve y dile a mi siervo David que recuerde como he estado y estaré en sus empresas y en su vida»
Este texto proclamado para nosotros en las puertas de una Navidad especial por el tema de la a la pandemia, puede ser muy oportuno para tomar conciencia que nuestro Dios no habita sólo en los templos de piedra y mármol construidos por manos humanas. El gran templo de Dios somos las personas humanas, especialmente los pobres y los enfermos que son los vicarios de Cristo.
IV.- El evangelio de este domingo pondrá a nuestra consideración María. El sí que María dio al ángel debe ser todo un estímulo para que, superando apatías, cálculos y prudencias, nos abramos un poco más a las personas que lo van a pasar mal en esta Navidad de 2020
V.- Acabo con una pequeña reflexión. Hay una frase del famoso jesuita Tony Mello que puede ser significativa de cara a lo que estoy comentando: « ¿De qué vale buscar a Dios en lugares santos si donde le has perdido es en tu corazón?» Si nuestro corazón es egoísta, vive preocupado sólo de lo suyo, y no tiene espacio para los pobres,… ¿De qué nos vale poner el Belén, cantar villancicos, enviarnos felicitaciones?
PARA ORAR Y MEDITAR
Este es el tiempo de Dios-con-nosotros,
del calor en el corazón y en los hogares
y de la ternura desbordada.
Es el tiempo de la infancia recobrada,
de la madurez adulta
y de las promesas cumplidas.
¡Tiempo del misterio encarnado!
Es tiempo de cartas y abrazos
de encuentros y familias unidas,
de treguas y años nuevos.
Pero es un tiempo de temporada: nos invita a juntarnos,
para salir a las calles, plazas y mercados;
a manifestarnos, a ser epifanía.
Es tiempo de paz y alegría,
de murallas abiertas y estrellas luminosas;
de lloros y despojos y vida desvalida.
Es también nuestro tiempo,
es tiempo de todos, sin excluidos,
pues todos somos hijos, hijas. (Florentino Ulibarri)
Roman Bilbao Arrospide
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